Public Commentary / 31 July 2023

Profecía autocumplida

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Salgamos del confort de las certezas a conversar y escuchar a quienes se resisten a verse atrapados por las fuerzas de la polarización.

De tanto insistir en que estamos polarizados, ya nos la creímos, actuamos en consecuencia y hay poca voluntad de las partes en intervenir para que la fractura de la conversación pública no solo sane, sino que por lo menos no se vuelva irreversible. Es obvio que a los polos les reditúan sus respectivas estridencias. Pero soy una convencida de que no estamos destinados a quedar atrapados en la guerra de las etiquetas ni en la aniquilación del otro. Solo que nos queda poco tiempo para actuar.

“Esto va a enloquecer a los encuestadores”. Recorrer España para escuchar a los indecisos de cara a las pasadas elecciones. Es Jacobo García, extraordinario periodista de El País, moviéndose de pueblos a ciudades, entre bares y monasterios, alguna playa y mucha carretera, el chiringuito y la plaza, para salir al encuentro “de ese 22.5% del electorado que sigue meditando su voto”. Para escucharlos, para que hablen, para entender los enormes matices que se escapan de las encuestas y de las proclamas, pero que forman narrativa y nación.

En los relatos encontramos a quienes dicen que la gente ya prefiere no opinar, porque todos están muy peleados, pero que la urna es su espacio de marcar lo que han preferido no decir. Y hay personas indecisas, como duda individual, pero hay también ciudades o poblados indecisos, casi en la duda exponencial. Duda, dudar. Cuando te acercas a conversar, a la gente le gusta hablar de su cotidianeidad, la propia y la compartida. “Está todo tan caro que hasta las compresas las compro sin alas para ahorrar”. En el monasterio de clausura sí se escucha la radio, a veces, y sí se tienen opiniones. Y se va a votar. Las señoras ya mayores, en otra plaza, amigas de la vida, coquetean entre el menos feo y el que les hable bonito. Duda, dudar. La duda como motivo de búsqueda y de dinamismo frente a la parálisis de las certezas. “Es que yo he votado por la izquierda, pero de Vox (extrema derecha) me gusta que hablan claro. Y sí, podría votar por la izquierda o votar por Vox”. Esto va a enloquecer a los encuestadores.

El Instituto para las Transiciones Integradas, IFIT, esfuerzo global de creación de conocimiento e intervención conceptual al que pertenezco desde hace algunos años, acaba de publicar un documento de trabajo que convoca a un mayor consenso sobre los fundamentos de la polarización como realidad y como objeto de estudio. Se reconoce como premisa que, si bien el problema de la polarización no puede equipararse al de las guerras civiles, el autoritarismo, los genocidios, etc., sí puede convertirse en presagio y acelerador de todo. Se trata, entonces, de un “hiper problema”: el tipo de problema que dificulta la resolución de cualquier otro problema.

Hasta aquí suena interesante. La bronca está en reconocer su existencia, dimensionar su profundidad y aquilatar los esfuerzos requeridos para alguna intervención. La polarización ¿es permanente o efímera? ¿Negativa o positiva? ¿Bipolar o multipolar? ¿Horizontal o vertical? ¿Racional o emocional? ¿Amplia o acotada? ¿Y a quién le importa y quiénes se hacen responsables de revertirla? En el esfuerzo por aprehender las características de la polarización, una me parece particularmente destacable para el momento que vivimos. Coinciden los autores del estudio en que la polarización se vuelve preocupante cuando en cada polo hay una masa crítica que supera por mucho a la masa más pequeña entre ambos. Cuando los de los extremos son muchos más que los que se quedan en medio, por ponerlo más simple. Y ahí es donde creo que todavía hay espacio para la intervención en nuestro país.

Ya que Elon Musk decidió joder Twitter, sigamos el ejemplo de lo que hicieron Jacobo García y tantos más que celebran los matices por encima de los absolutos: salgamos del confort de nuestras certezas y de nuestras redes para conversar con y escuchar a quienes se resisten, conscientes o no, a verse atrapados por las fuerzas centrífugas de la polarización. No, no se trata de aflojarnos en terracería ni de coleccionar estampas multicolores. Tampoco de sucumbir a la tibieza de la indefinición. De lo que se trata es de fortalecer la masa muy diversa que impide que los polos estridentes se expandan y monopolicen el megáfono. Hacerlo para salvar la democracia. Y para que la polarización paralizante no se vuelva profecía autocumplida.

Originally published in El Reforma.