Public Commentary / 04 July 2019
Presidente Duque, la paz depende de usted
BOGOTร โ Ivรกn Duque, el presidente de Colombia, atraviesa su momento de mรกs baja popularidad.
Sus diez meses de gobierno han estado puntuados por altibajos. Cuando decidiรณ levantarse de la mesa de diรกlogo con la guerrilla del ELN como reacciรณn a un carro bomba que el grupo puso en una guarniciรณn militar en enero de 2019, subiรณ de 29 a 42 por ciento y, cuando asumiรณ una posiciรณn dura contra Nicolรกs Maduro en febrero de 2019 despuรฉs de que Juan Guaidรณ se proclamรณ presidente encargado de Venezuela, su imagen favorable pasรณ de 27 a 42 por ciento. Ninguna de las alzas se ha mantenido y hoy Duque tiene solo 29 por ciento de aprobaciรณn.
Estos vaivenes de popularidad tienen consecuencias serias sobre la estabilidad de un paรญs en transiciรณn. Hasta el momento, el presidente ha logrado convertir muy pocos proyectos en leyes en el congreso y enfrenta una grave crisis de seguridad evidenciada en la cantidad de lรญderes sociales asesinados: 317 entre 2018 y abril de 2019. Esto pone en riesgo la ejecuciรณn del Acuerdo de Paz y podrรญa hacer surgir nuevos ciclos de violencia en territorios que antes controlaba la extinta guerrilla de las Farc. La desapariciรณn de Jesรบs Santrich, el exlรญder de las Farc, es una nueva prueba para la zigzagueante popularidad de Duque.
Lo cierto es que, cualquiera que sea su posiciรณn sobre el Acuerdo de Paz, el presidente no parece entender su mayor oportunidad polรญtica: llevar adelante la transiciรณn, consolidar la paz y restablecer la gobernabilidad. Siendo Colombia un rรฉgimen presidencialista, su papel es clave para que la paz cristalice.
El descontento con la situaciรณn de Venezuela, el alza en el desempleo, las protestas sociales y la incapacidad para resolver la crisis de infraestructura son algunas de las causas de la baja popularidad de Duque. A esto se suma que los medios han revelado aspectos peligrosos de su polรญtica de seguridad y se ha cuestionado su verdadero compromiso con la paz.
Los resultados negativos de sus posiciones sobre la justicia del proceso de paz tambiรฉn lo han golpeado, como cuando fallรณ en su intento por impedir que se expidiera una ley que reglamentaba aspectos clave de la Jurisdicciรณn Especial para la Paz (JEP).
Esto revela que no solo la popularidad del presidente se ha visto afectada, sino tambiรฉn su capacidad de liderazgo y la gobernabilidad del paรญs. Lograr la paz le costรณ al expresidente Juan Manuel Santos terminar su gobierno con uno de los porcentajes mรกs altos de rechazo de la historia colombiana.
Por su larga experiencia diseรฑando esquemas de transiciรณn, Colombia podrรญa convertirse en un laboratorio de ideas de construcciรณn de paz para el mundo. Asรญ como el proceso de democratizaciรณn de Sudรกfrica nos ha dado lecciones para afianzar la lucha contra la discriminaciรณn racial, Colombia podrรญa ser ejemplo de que es posible superar un conflicto armado de cincuenta aรฑos.
Ivรกn Duque tiene en sus manos la paz, una oportunidad demasiado valiosa como para abandonarla. Puede ser que, por convicciรณn personal, รฉl no crea lo mismo; pero tambiรฉn puede ser que el presidente sea rehรฉn de un discurso contra el acuerdo o de su partido โque por momentos parece mรกs preocupado en afianzar sus posturas, denunciar el pasado y ganar peleas que en acompaรฑar los retos del gobiernoโ. A esto se aรฑade un ambiente de intensa polarizaciรณn que ha deformado el escenario polรญtico y social: quienes defienden la paz han llegado a creer que una โderrotaโ del presidente puede darle mejores oportunidades al cumplimiento del acuerdo.
Ni lo uno ni lo otro es cierto. Por un lado, la paz necesita una institucionalidad cuya mรกxima figura es el presidente. Por el otro, aunque existan dudas del compromiso de Duque con el acuerdo, รฉl ha manifestado ante la comunidad internacional su voluntad de cumplir con su implementaciรณn.
Las transformaciones que propone el acuerdo corresponden a deudas histรณricas y obligaciones bรกsicas del Estado colombiano: presencia institucional, salud, educaciรณn, seguridad, vรญas y oportunidades. Nada de lo anterior es distinto de lo que usualmente tiene que hacer un gobernante. Aunque el liderazgo necesario para impulsar estas transformaciones debe venir de distintas รกreas, no solo desde el Estado, es sobre todo responsabilidad del presidente. Duque tiene vรญas para lograrlo y, tambiรฉn, para consolidar victorias para su gobierno.
Eso exigirรญa abordar el problema del aumento de cultivos ilรญcitos con una mirada integral y sostenible; enfrentar la situaciรณn de seguridad enfatizando la legitimidad y el respeto de los derechos humanos; impulsar la inversiรณn pรบblica y privada y las oportunidades para los habitantes de las regiones mรกs afectadas por el conflicto; satisfacer los derechos de las vรญctimas, y cimentar el proceso de reincorporaciรณn de los excombatientes a la vida civil.
Si asรญ lo quisiera, el presidente podrรญa disminuir la polarizaciรณn y superar la dinรกmica de โganar peleasโ.
El cumplimiento de un Acuerdo de Paz y la transiciรณn subsecuente toman mucho tiempo, involucran distintas visiones polรญticas y favorecen nuevos liderazgos. Esa es la lecciรณn mรกs importante que dejรณ el proceso de Irlanda del Norte, que ha atravesado conflictos, renegociaciones y hoy enfrenta los efectos del brexit.
Sobreponerse a la polarizaciรณn le permitirรญa a Duque tener una interlocuciรณn mรกs tranquila con los sectores de la sociedad civil que desarrollan iniciativas de construcciรณn de paz y trabajan por reconstruir los territorios y las comunidades mรกs afectadas por el conflicto armado. Le permitirรญa ademรกs afianzar su liderazgo no solo como cabeza de un bloque polรญtico que se oponรญa al acuerdo, sino de toda la sociedad colombiana.
La pregunta es si esto generarรญa una ruptura con su partido y su mentor, รlvaro Uribe.
La polarizaciรณn genera victorias para determinadas agendas polรญticas. Pero estas a menudo son limitadas y parciales. El partido de Duque, el Centro Democrรกtico, tiene mucho que perder si al cabo de sus cuatro aรฑos en el gobierno la transiciรณn se frustra. Los ciudadanos, los del campo pero tambiรฉn los de la ciudad, le cobrarรก los resultados del fracaso a su presidencia, y no a Juan Manuel Santos.
Para evitar este revรฉs, un sector importante dentro del Centro Democrรกtico podrรญa adoptar por un discurso mรกs moderado que la retรณrica actual tan radical, que parece mรกs un mensaje de un partido de oposiciรณn que de uno en el poder. Al Centro Democrรกtico podrรญa convenirle aprovechar las posibilidades del acuerdo y beneficiarse de sus logros mรกs tangibles. Si se implementa el acuerdo, podrรกn decir que fueron ellos quienes llevaron seguridad, tranquilidad y desarrollo a los territorios que antes estaban abandonados. No necesitan mencionar ni a la paz ni a las Farc, pero tampoco tienen convertirlos en anatema.
Por su parte, los ciudadanos que se consideran defensores del acuerdo, deben entender que una paz sin un compromiso activo del presidente y sin gobernabilidad difรญcilmente serรก estable y duradera. Tambiรฉn para construir la paz en Colombia, Ivรกn Duque es el presidente.
Originally published in the New York Times